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SÉ LO QUE HICISTE EN TU ÚLTIMO DOCTORADO: CUATRO CUESTIONES A PROPÓSITO DE LA ACREDITACIÓN

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Parece que los ánimos siguen caldeados respecto a la llamada "crisis universitaria". Esta crisis se fundamenta en dos tipos de cuestiones que van de la mano:

1) Las cuestiones económicas: recortes presupuestarios en múltiples áreas, aumento elevado de tasas para los estudiantes, precariedad del profesorado y los investigadores.

2) Y las cuestiones ideológicas: tendencia a ofertar formaciones básicamente  orientadas al mercado de trabajo, disminución e incluso eliminación de las titulaciones no rentables, aplicación de criterios empresariales a las enseñanzas e investigaciones universitarias.

Me gustaría soslayar el debate que se vincula a las actuaciones de los gobiernos estatal y autonómico en materia económica y educativa, para concentrarlo en lo que me queda más cerca como profesora, investigadora y futura doctora en Comunicación. Dividido en cuatro cuestiones, en cada cuestión añado alguna referencia extra de actualidad: no es mi intención ponerme a favor o en contra de cada referencia, sino señalar lo candente del debate.

1) Las cuestiones disciplinares: los estudios de Comunicación suelen considerarse dentro del área de las Ciencias Sociales. Eso significa que, en principio, quien se doctore en Comunicación esperará "acreditarse" (validar su trayectoria académica) para "consolidarse" (optar a un puesto de trabajo mejor dentro del organigrama universitario) dentro del área de Ciencias Sociales. 
 

De entre todos los elementos que contribuyen a acreditarse, el que recibe una puntuación más elevada son las revistas "académicas", en ocasiones "científicas" (no todas las revistas académicas son "científicas"; lo son aquellas que aparecen en índices de citas como ISI y SCOPUS, de las empresas Thompson Reuters y Elsevier, respectivamente). La docencia impartida tiene menos peso  en la acreditación del profesorado que estas publicaciones en revistas especializadas.

Sin embargo, los estudios de Comunicación poseen una parte muy "difusa" que bebe de las Bellas Artes y las Humanidades. Por ejemplo: los estudios de Cine. Otro ejemplo: mi tesis doctoral sobre la Narrativa en el Arte Digital. Hay que señalar que los departamentos de Comunicación han permitido que los estudiantes lleven a cabo investigaciones en estos términos, tanto si se adscribían como no a las líneas de investigación del Departamento (y esas líneas se enuncian de manera muy laxa respecto a lo que luego es la investigación concreta de cada grupo).

Esto significa, dicho llanamente, que un porcentaje de la investigación en Comunicación no puede ni tiene por qué ser Ciencia. No se trata de criticar la Ciencia siguiendo un planteamiento (destructivo) postmoderno, pero sí de reconocer que existe una brecha, conceptual y práctica, entre Ciencia y Conocimiento. Puede haber investigaciones de Comunicación que aporten Conocimiento y no sean Ciencia. Que sean interpretativas, analíticas, pero no puedan ni deban someterse al método científico. 

Si se espera que los autores de estas investigaciones interpretativas en Comunicación se "acrediten" siguiendo el sistema que se está imponiendo actualmente, es posible que tengan problemas similares a los investigadores en Humanidades: no pueden recurrir al método científico, les resulta difícil obtener resultados específicos de investigación, lo que proponen se puede argumentar y resulta opinable (pero no por ello necesariamente cuestionable). ¿Debo avergonzarme de mi trabajo intelectual si no es ciencia?
 

Extras:
 
a) Presentación de Esteve Arboix, jefe del área de evaluación del profesorado en la agencia de evaluación catalana (AQU), sobre evaluación del profesorado con énfasis en Comunicación (Taula de Nova Recerca, UPF, 19/03/14).

b) Artículo "La destrucció de la recerca" d'Antoni Marí, donde critica los parámetros de evaluación en humanidades de la AQU (Núvol, 13/03/14, pero presentado originariamente en el Taller AQU 2010:L’Avaluació de la Recerca en Humanitats i Ciències Socials, UB, 28-29/01/10).

2) Las cuestiones temáticas: como he dicho, no es que los investigadores en Comunicación solo puedan publicar en revistas académicas científicas. Muchas revistas académicas son perfectamente válidas, pero "puntúan" (valen) menos. Las pocas revistas consideradas oficial, institucionalmente, del ámbito de la Comunicación son las que son, aunque el número vaya en aumento. 

Poniendo como ejemplo dos de las mejor referenciadas, El profesional de la información (ISI, Scopus et alt; revista en principio de Documentación que ahora también es de Comunicación) y Comunicar. Revista científica de información y comunicación (ISI, Scopus et alt; revista de Comunicación), vemos las dificultades que puede tener un investigador con un perfil parecido al mío para publicar.

En una revista como El profesional de la información, tendrán mejor cabida los artículos que aporten elementos cuantitativos y arrojen resultados de investigación ponderables. Mi tesis es de Comunicación, pero ¿cómo casar EPI con una bibliografía sin datos estadísticos?

En una revista como Comunicar. Revista científica de información y comunicación, tendrán mejor cabida aquellos artículos dedicados a la educación, la enseñanza, los procesos formativos. ¿Qué ocurre si tus investigaciones no adoptan ese enfoque a menudo metadiscursivo? Por ejemplo: das clase de narrativa audiovisual, pero no publicas artículos sobre qué sistemas pedagógicos utilizas para dar clase de narrativa audiovisual.

Insisto: existen otras revistas, distintas, que pujan por situarse más alto en los índices científicos. Pero tanto unas como otras sufren, además, saturación debido a que los profesores quieren acreditarse, necesitan artículos publicados en revistas académicas para ello, las revistas son limitadas y la cola de publicación cada vez es más larga. Los libros o capítulos de libro tienen un valor sensiblemente inferior en las acreditaciones.

Extras:

a)


b) Artículo "La cultura enclaustrada" de Rafael Argullol sobre cómo las Humanidades se someten a los artículos académicos en detrimento de las investigaciones de largo recorrido como los libros (El País, 05/04/14),

3) Las cuestiones laborales: los puntos precedentes se entienden mejor si el profesor/investigador ha seguido la "carrera académica". Es decir, tras terminar sus estudios de grado pidió una beca predoctoral, fue becario durante unos años en un departamento (donde con un poco de suerte participó en algún proyecto de investigación), presentó su tesis doctoral en ese departamento y ahora trabaja en él de profesor asociado u otra figura similar, esperando ascender a un puesto más estable.

Yo no entré en el doctorado nada más terminar la licenciatura, y sin embargo me considero investigadora y profesora. En mi caso, ni estaba vocacionalmente convencida de querer sumergirme en la carrera académica, ni lo veía viable (las becas en mi departamento eran escasas y de escasa cuantía) o factible (tampoco había hecho suficientes méritos durante los estudios para obtener la beca).

Cuando cuatro años después decidí matricularme en el doctorado, fue porque pensé -muy inocentemente, me temo- que me ofrecería más posibilidades de escribir y publicar, amén de más oportunidades profesionales que pudieran sumarse a mi ocupación principal desde que acabé la licenciatura: la de traductora literaria.

Desde entonces, he impartido (sobre todo) docencia en línea, y también presencial: ambas me gustan, y me gusta pensar que los resultados positivos obtenidos en las encuestas de evaluación indican que dar clase se me da "bien". Pero no he sido becaria, ni ayudante de investigación ni docencia, ni, como consecuencia de todo lo anterior, espero obtener una plaza estable en mi universidad cuando presente mi tesis doctoral.

Mis compañeros que han hecho la carrera académica han sudado muchísimo para completar las distintas etapas  que plantea. En principio, la carrera académica parece la opción lógica para acabar "acreditándose y consolidándose", la que mejor se adecúa al sistema de validación basado en proyectos de investigación y artículos académicos. 

Pero el sistema se contradice, y algunos lo cuestionan: la inestabilidad y precariedad (reducción horaria, salarial, funcionarial) del profesorado y los investigadores, así como las inquietudes, capacidades e intereses de muchos, incitan a salirse de esa carrera para buscarse otras ocupaciones, sin querer renunciar a las exigencias, responsabilidades y también placeres de las tareas docentes y de investigación. Trabajar en la Universidad sí, ¿pero en qué términos, con qué nivel de vinculación? ¿Cómo afectará esta contradicción al futuro contractual de la Universidad?

Extras:

a) Artículo "La necessitat de la insubmissió", donde Jaume Radigales critica la burocratización y uniformización del sistema de acreditación universitario actual (Núvol, 08/03/14).

b) Artículo "El sistema no son ellos", donde Jordi Gracia expone la vulnerabilidad del profesorado más joven ante un sistema de cuantificación que considera "kafkiano" (El País, 20/03/14).

4) Las cuestiones comunicativas: por último pero no menos importante, surgen críticas dentro y fuera del mundo universitario a su todavía opacidad y falta de conexión con la difusión del conocimiento.

Que se pida prioritariamente a los investigadores que publiquen en revistas académicas, científicas y especializadas, no parece contribuir a la difusión del conocimiento entre la población, aunque sería sumamente extraño pedir a cualquier investigador, de cualquier área, que difunda investigación altamente especializada entre el público general. Es normal que no exista un público general para cierta investigación.

Ahora bien, cuando esa difusión es posible, debe hacerse, y me extraña que no salga del propio investigador. La falta de tiempo es una razón, pero es de temer que devenga excusa. Precisamente en el ámbito de la Comunicación se investigan temas muy importantes e interesantes para públicos muy variados.

Una cosa es tener que publicar artículos y no tener tiempo ni medios para publicar libros. Otra es no plantearse en ningún momento una estrategia comunicativa, pedagógica e instructiva, de temas que pueden y deben ser interesantes para la gente. Obviar las redes sociales no académicas y las presentaciones públicas, que tanto pueden contribuir a difundir ideas, supone en este sentido un hándicap del que no puede culparse a los gobiernos que diseñan las políticas educativas que sufre la Universidad actual.

Extra:

a) Artículo "Professors, we need you!" de Nicholas Kristof, donde critica la irrelevancia de la academia y la corriente de antiintelectualismo en la universidad estadounidense. Rafael Argullol, a quien he citado previamente, parte de este artículo (The New York Times Sunday Review, 15/02/14).

No existen soluciones a corto plazo para ninguna de estas cuestiones. Pero me ha parecido útil ponerlas sobre la mesa, y plantear así los elementos principales que, en mi parcela profesional, los conforman.

P.D.: Ojalá también hubiera hallado contribuciones femeninas para reforzar estas referencias extra. La insistente carencia de la voz de la intelectual, un pesado pesadísimo en los debates de toda índole.

(Fuente imagen)





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