(Cuidado, esta entrada contiene espóilers sobre las siguientes series en curso o ya emitidas: Fringe,Stark Trek the next generation y Star Trek Voyager y Enterprise).
"You are nothing but tech. I would be ten times what you are if I had that tech in my mind" (No eres más que tecnología. Yo sería diez veces superior a ti si tuviera esa tecnología en la mente), espeta Peter Bishop al observador secuestrado en el capítulo "An origin story" de la última temporada de la serie Fringe. Tras lo cual, Peter procede a implantarse la tecnología invasora en su cerebro.
"You are nothing but tech, but, what am I with your tech?" (No eres más que tecnología, pero, ¿qué soy yo con tu tecnología?), es lo que parece que Peter decide no preguntarse.
Los vaivenes que experimenta la ficción entre adoptar ensimismada la tecnología y rechazarla como si fuera la semilla del diablo pueden considerarse simplistas o pueriles pero reflejan bien la polarización entre las posiciones favorables y contrarias a la proliferación de determinadas herramientas que en ocasiones se consideran como fines en sí mismas.
Mi preocupación no estriba tanto en la posibilidad de implantarse determinada tecnología, de devenir cíborg de una forma escandalosa y robótica a la manera de Peter Bishop (pues todos somos híbridos de algo, y todos debemos recordarnos una y otra vez que no hace falta hablar de extensiones mcluhianas para pensar en mediación: pensemos en los ojos mismo), como en la unilateralidad del discurso tecnológico cuando deviene determinista y simplista, cuando deviene la causa y la consecuencia de todo y cuando todo aquello que también es tecnología (por ejemplo un reloj, un tensiómetro, un termómetro también, ¿por qué no?) se desdeña por no pertenecer al ámbito reproductivo de Silicon Valley, e impide pensar las herramientas y técnicas anteriores a la informática doméstica como algo propio de la creación y sociedad contemporánea, algo que a todos nos atañe.
Cuando empezaron a proliferar los dispositivos móviles me agobiaba que se hablara mucho de las aplicaciones y prácticamente nada de los contenidos para esas aplicaciones (y no me refiero al plan de marketing, sino a los conceptos, las ideas, las teorías y las prácticas que con mucho esfuerzo ya llevan unos cuantos años subiéndose a la web). Ahora que yo también tengo diversos cacharros portátiles que satisfacen diversas necesidades comunicativas justificadas, exageradas o incluso a vecesinexistentes, y creo que sobre todo que por la experiencia docente en comunicación, vuelven a preocuparme más las cuestiones discursivas en un sentido amplio, independientemente del cacharro de turno.
En la saga Star Trek tuvieron el acierto de crear la raza alienígena borg, cuya fortaleza tecnológica se basa en asimilar a otras razas y negar a sus miembros el libre albedrío, a modo de monstruosa colmena.
Cuando un soldado borg te intercepta, siempre dice algo así como "We are the Borg. We will add your biological and technological distinctiveness to our own. Resistance is futile." (Somos los borg. Añadiremos tus características biológicas y tecnológicas a las nuestras. La resistencia es inútil).
La idea no es original en la medida en que por ejemplo las nociones de cultura y subcultura se entienden tradicionalmente así. Existe una hegemonía cultural, el denominado mainstream, que tiende a subsumir y asimilar a las otras, incluso a formas resistentes que, desprovistas de aristas, acaban perteneciendo al "sistema". Las camisetas con imperdibles y los tejanos rotos de estética punk me parecen dos ejemplos pedestres, pero comprensibles, para traducir (y reducir) un planteamiento musical y "contracultural" engullido sin ir mas lejos por la maquinaria industrial del grupo Inditex.
¿Pero cómo pretendo conectar a los borg con la crítica de discursos tecnológicos preponderantes?
Últimamente estoy un poco más molesta con estas dos insistencias:
- Gente muy joven que por cosas que lee por ahí distingue entre nativos digitales, que son superdotados, e inmigrantes, que son poco menos que experimentos del doctor Moreau. Una cosa es que haya docentes reacios a adoptar ciertos cambios. Otra cosa es considerar una especie de raza de gurús jovencísimos y superdotados que aprenden todo solos y encima tienen que enseñárselo todo a los carcamales de más de veinte años que supuestamente les enseñan pero que no saben ni encender un equipo de música.
Me gustaría que todos esos gurús que tienen, con toda seguridad, más de veinte, treinta, cuarenta años, desengañen a estos jóvenes entusiastas de ese sueño ominipotente con inquietantes resonancias deLos niños del maíz. No solo por hacer un favor a los que tienen que aguantarlos, sino también por motivos prácticos: debe de resultar fantástico fidelizar a la gente desde pequeñita alabando su ego y vendiéndoles productos que a veces no necesitan, pero si esos chavales no consiguen trabajar y ganar dinero (y las cosas no pinta demasiado bien), a los inmigrantes digitales que en realidad los mantienen se les va a acabar el fondo y los fabricantes incesantes de cacharros no van a poder seguir colocándolos como hasta ahora.
- Gente no tan joven que afirma que la Universidad es un cementerio de elefantes renqueantes y que, en cambio los MOOCs son los elefantes sagrados de la nueva cultura. No me pongo con los MOOCs sean "malos" o "buenos". No se trata de eso. Los MOOCs son nuevos. Hacen cosas nuevas como dar clases gratis y dárselas a mil o dos mil personas al mismo tiempo y resulta interesante su planteamiento, como el de muchas otras cosas nuevas que están surgiendo aquí, allí y allá. Pero, ¿es necesario pisotear todo lo demás?
Las universidades tienen problemas, defectos. El mundo es complicado. Pero qué conveniente resultar poner verde un sistema que en mi entorno público puede intentar sustituirse por iniciativa privada. Qué oportuno justo ahora, cuando los gobiernos desmantelan sanidad y educación a velocidad elefantina. Qué peligroso ofrecer maná masivo mientras a unos pocos se les seguirá ofreciendo pienso orgánico en forma de atención personalizada (sí, ya sé que las clases magistrales no nacieron ayer y no quiero que parezca que confundo democrático con masivo, pero, ¿de verdad mucha gente puede ser autodidacta con un empujoncito virtual, pero con escasa ayuda constante?).
A la ideología borg no le importa la brecha digital. No le importa si eres nativo o inmigrante digital (aunque seguramente te asimile mejor si pareces ser lo primero). A la ideología borg, no obstante, le gusta tu dinero. Y el del vecino. Y el del otro vecino. Así que, sin ánimo de ahondar en cuestiones más peliagudas como por qué parece que las redes sociales lo han cambiado todo pero siguen gobernando los de siempre, o por qué sigue habiendo cantidades industriales de gente que no tiene precisamente cierta tecnología a un tiro de piedra (aquí y allí, por circunstancias no solo económicas sino también generacionales, de género o incluso de infraestructuras),me he decantado por plantear un par de inquietudes intentando así morder un poquito su contundente brazo robótico.
(Fuente imagen)
"You are nothing but tech. I would be ten times what you are if I had that tech in my mind" (No eres más que tecnología. Yo sería diez veces superior a ti si tuviera esa tecnología en la mente), espeta Peter Bishop al observador secuestrado en el capítulo "An origin story" de la última temporada de la serie Fringe. Tras lo cual, Peter procede a implantarse la tecnología invasora en su cerebro.
"You are nothing but tech, but, what am I with your tech?" (No eres más que tecnología, pero, ¿qué soy yo con tu tecnología?), es lo que parece que Peter decide no preguntarse.
Los vaivenes que experimenta la ficción entre adoptar ensimismada la tecnología y rechazarla como si fuera la semilla del diablo pueden considerarse simplistas o pueriles pero reflejan bien la polarización entre las posiciones favorables y contrarias a la proliferación de determinadas herramientas que en ocasiones se consideran como fines en sí mismas.
Mi preocupación no estriba tanto en la posibilidad de implantarse determinada tecnología, de devenir cíborg de una forma escandalosa y robótica a la manera de Peter Bishop (pues todos somos híbridos de algo, y todos debemos recordarnos una y otra vez que no hace falta hablar de extensiones mcluhianas para pensar en mediación: pensemos en los ojos mismo), como en la unilateralidad del discurso tecnológico cuando deviene determinista y simplista, cuando deviene la causa y la consecuencia de todo y cuando todo aquello que también es tecnología (por ejemplo un reloj, un tensiómetro, un termómetro también, ¿por qué no?) se desdeña por no pertenecer al ámbito reproductivo de Silicon Valley, e impide pensar las herramientas y técnicas anteriores a la informática doméstica como algo propio de la creación y sociedad contemporánea, algo que a todos nos atañe.
Cuando empezaron a proliferar los dispositivos móviles me agobiaba que se hablara mucho de las aplicaciones y prácticamente nada de los contenidos para esas aplicaciones (y no me refiero al plan de marketing, sino a los conceptos, las ideas, las teorías y las prácticas que con mucho esfuerzo ya llevan unos cuantos años subiéndose a la web). Ahora que yo también tengo diversos cacharros portátiles que satisfacen diversas necesidades comunicativas justificadas, exageradas o incluso a vecesinexistentes, y creo que sobre todo que por la experiencia docente en comunicación, vuelven a preocuparme más las cuestiones discursivas en un sentido amplio, independientemente del cacharro de turno.
En la saga Star Trek tuvieron el acierto de crear la raza alienígena borg, cuya fortaleza tecnológica se basa en asimilar a otras razas y negar a sus miembros el libre albedrío, a modo de monstruosa colmena.
Cuando un soldado borg te intercepta, siempre dice algo así como "We are the Borg. We will add your biological and technological distinctiveness to our own. Resistance is futile." (Somos los borg. Añadiremos tus características biológicas y tecnológicas a las nuestras. La resistencia es inútil).
La idea no es original en la medida en que por ejemplo las nociones de cultura y subcultura se entienden tradicionalmente así. Existe una hegemonía cultural, el denominado mainstream, que tiende a subsumir y asimilar a las otras, incluso a formas resistentes que, desprovistas de aristas, acaban perteneciendo al "sistema". Las camisetas con imperdibles y los tejanos rotos de estética punk me parecen dos ejemplos pedestres, pero comprensibles, para traducir (y reducir) un planteamiento musical y "contracultural" engullido sin ir mas lejos por la maquinaria industrial del grupo Inditex.
¿Pero cómo pretendo conectar a los borg con la crítica de discursos tecnológicos preponderantes?
Últimamente estoy un poco más molesta con estas dos insistencias:
- Gente muy joven que por cosas que lee por ahí distingue entre nativos digitales, que son superdotados, e inmigrantes, que son poco menos que experimentos del doctor Moreau. Una cosa es que haya docentes reacios a adoptar ciertos cambios. Otra cosa es considerar una especie de raza de gurús jovencísimos y superdotados que aprenden todo solos y encima tienen que enseñárselo todo a los carcamales de más de veinte años que supuestamente les enseñan pero que no saben ni encender un equipo de música.
Me gustaría que todos esos gurús que tienen, con toda seguridad, más de veinte, treinta, cuarenta años, desengañen a estos jóvenes entusiastas de ese sueño ominipotente con inquietantes resonancias deLos niños del maíz. No solo por hacer un favor a los que tienen que aguantarlos, sino también por motivos prácticos: debe de resultar fantástico fidelizar a la gente desde pequeñita alabando su ego y vendiéndoles productos que a veces no necesitan, pero si esos chavales no consiguen trabajar y ganar dinero (y las cosas no pinta demasiado bien), a los inmigrantes digitales que en realidad los mantienen se les va a acabar el fondo y los fabricantes incesantes de cacharros no van a poder seguir colocándolos como hasta ahora.
- Gente no tan joven que afirma que la Universidad es un cementerio de elefantes renqueantes y que, en cambio los MOOCs son los elefantes sagrados de la nueva cultura. No me pongo con los MOOCs sean "malos" o "buenos". No se trata de eso. Los MOOCs son nuevos. Hacen cosas nuevas como dar clases gratis y dárselas a mil o dos mil personas al mismo tiempo y resulta interesante su planteamiento, como el de muchas otras cosas nuevas que están surgiendo aquí, allí y allá. Pero, ¿es necesario pisotear todo lo demás?
Las universidades tienen problemas, defectos. El mundo es complicado. Pero qué conveniente resultar poner verde un sistema que en mi entorno público puede intentar sustituirse por iniciativa privada. Qué oportuno justo ahora, cuando los gobiernos desmantelan sanidad y educación a velocidad elefantina. Qué peligroso ofrecer maná masivo mientras a unos pocos se les seguirá ofreciendo pienso orgánico en forma de atención personalizada (sí, ya sé que las clases magistrales no nacieron ayer y no quiero que parezca que confundo democrático con masivo, pero, ¿de verdad mucha gente puede ser autodidacta con un empujoncito virtual, pero con escasa ayuda constante?).
A la ideología borg no le importa la brecha digital. No le importa si eres nativo o inmigrante digital (aunque seguramente te asimile mejor si pareces ser lo primero). A la ideología borg, no obstante, le gusta tu dinero. Y el del vecino. Y el del otro vecino. Así que, sin ánimo de ahondar en cuestiones más peliagudas como por qué parece que las redes sociales lo han cambiado todo pero siguen gobernando los de siempre, o por qué sigue habiendo cantidades industriales de gente que no tiene precisamente cierta tecnología a un tiro de piedra (aquí y allí, por circunstancias no solo económicas sino también generacionales, de género o incluso de infraestructuras),me he decantado por plantear un par de inquietudes intentando así morder un poquito su contundente brazo robótico.
(Fuente imagen)