El mes pasado tuve la ocasión de asistir a la perfomance In vino veritates A drunken lesson, dentro de la documenta 13 en Kassel, Alemania, combinado de exposiciones y actividades se celebra cada cinco años y durante 100 días, lo cual dicho así rápido parece una exageración, pero es verdad.
La performance consistió en una reunión de cuatro horas entre varios artistas y teóricos y una treintena de desconocidos, donde nos dedicamos a hablar de la Verdad mientras bebíamos vino, lo cual también parece una exageración, pero también es verdad.
Como me encanta beber y me encanta hablar ("filosofar" sería un término demasiado arrogante), la premisa resultaba demasiado atractiva para pasarla por alto, así que rellené la solicitud correspondiente respondiendo a preguntas clave "¿Qué relación tienes con el alcohol"? o "¿Qué piensas acerca de la Verdad?". Si te aceptaban te enviaban una serie de textos filósoficos variopintos y ejemplos de vídeo que los asistentes relacionaban a su manera con el tema de la Verdad, de Parménides a Waking Life.
Las cuatro horas de encuentro, bien surtidas de chianti y riesling (una botella por persona) y regadas por el patrocinador para quien lo quisiera (una botella de Absolut cada cuatro) se decantaron entre dos aspectos: los que querían hablar de la Verdad en relación a la alteración de conciencia, al conjunto de experiencias de alteración de conciencia y el terreno de los sueños vinculado con lo creativo (enfoque que me aburre bastante), y los que querían deshacer el concepto de la Verdad en términos de filosofia analítica (enfoque que me pone enormemente pero que también permite divagar de lo lindo si no posee un dominio filológico considerable: hablar bien, muy bien, tanto si vas borracho como si no).
Destaco las dos preguntas que más me interesaron, y que aún me tienen dando tumbos (mentalmente, se entiende):
¿El sentido común es ideología? (Mi pregunta: ¿por qué, o por qué solamente?)
¿La verdad es lo insoportable, por lo que el lenguaje es insoportable? (Mi pregunta: ¿ la enunciación de algo es insoportable, porque al enunciar definimos, otorgamos carta de realidad y quizás incluso de verdad a lo enunciado).
¿El sentido común es ideología? (Mi pregunta: ¿por qué, o por qué solamente?)
¿La verdad es lo insoportable, por lo que el lenguaje es insoportable? (Mi pregunta: ¿ la enunciación de algo es insoportable, porque al enunciar definimos, otorgamos carta de realidad y quizás incluso de verdad a lo enunciado).
El problema de la gente a la que le gusta beber es que sabe cuánto puede beber sin emborracharse (aunque a veces se equivoque), por lo que le resulta fácil controlar cuánto beber o cuánto no para desbarrar o para permanecer más o menos intacto. Mi límite estaría en media botella habiendo cena y alguna copa posterior. Una botella podría ser peligrosa y tuvo consecuencia en el pasado, por lo que preferiría no meterme en ese berenjenal a no ser que estuviera muy motivada. Todo esto lo que cuento porque el desparrame o derrape del discurso, para un bebedor y hablador profesional, puede estar muy (incluso demasiado) controlado. Si yo puedo beberme media botella de vino y quedarme con cara de póquer (o eso creo) es extraño que para entonces Boris Groys ya haya cantado dos canciones populares. Etílica y lingüisticamente, es demasiado pronto.
Algo muy curioso sobre lo que sí me gustaría reflexionar más adelante es que, de acorde a lo comentado anteriormente, la transgresión no consistía en dejase ver bebido ante un grupo de desconocidos, sino en beber lo suficiente para que todos los fumadores tuvieran ganas de fumar y algunos se atrevieran a hacerlo dentro del recinto. Hace menos de cinco años fumar era normal. Fumar era beber. Y ahora es una práctica transgresora en espacios cerrados. ¿Qué opina la comunidad artística de este condicionante legal? ¿Fumar ya es anomia? ¿Fumar es decir tacos, desnudarse, cagarse, hacer algo muy feo que siente muy mal a los señores y señoras que siempre arrugan la nariz?
En cualquier caso, la gestión de bebidas y comidas fue excelente. La noche culminó con una curiosa adaptación de ese refrescante primer plato español que algunos llamarían injustamente viejuno.
In vino veritates a drunken lesson no se grabó en vídeo, aunque no hubo reparos en que algunos hiciéramos fotos tan borrosas como las mías. Lo que sí se registró, mediante estudiantes o voluntarios, eso no lo entendí bien, vinculados a la organización, fueron instantes del encuentro mediante dibujos variopintos. Los que se puso a pintar una chica con vino resultaron sorprendentemente interesantes:
como también que hubiera lugar para la crítica sin ambages a la directora de la feria:
Los dibujos se expusieron a la mañana siguiente en el Hangover breakfast al que nos invitaba la organización, lo cual (que se expusieran los dibujos) puesto por escrito suena un poco escuela Montessori, pero afortunadamente no lo era. Se mostró también la relación de términos que salieron a lo largo de la noche, en un formato que no es santo de mi devoción, y que algunos a veces llaman sociograma. Menos mal que no había pegatinas de acompañamiento, eso ya me puede: