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ESCENAS URBANAS: MOOCS, O LA EXPANSIÓN DEL APRENDIZAJE EN LÍNEA GRATUITO

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Esta semana pasada he tenido ocasión de asistir al primer seminario del Aula Jordi Rubió i Balaguer, encuentro periódico sobre el ámbito de la información y documentación que tiene lugar en la facultad de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad de Barcelona.

El encuentro de este mes trataba sobre los MOOCs, o entornos masivos de aprendizaje en línea, vinculados en un principio a universidades de la Ivy League pero también a plataformas privadas que ofrecen cursos (con miles de inscritos), gratuitos y a distancia, con o sin certificación, para cualquier persona que quiera apuntarse.

Tomando como punto de partida la iniciativa OpenCourseWare iniciada por el MIT, Teresa Sancho, que es profesora de matemáticas de la Universitat Oberta de Catalunya, habló de rasgos clave del MOOC como la apertura, la ausencia de requisitos (para anotarse a un determinado curso) y la capacidad de escalar la enseñanza en entornos masivos de aprendizaje.

En esta primera intervención ya surgió un concepto sorprendente según mi parecer teniendo en cuenta que muchos asistentes al seminario pertenecían al ámbito bibliotecario y docente de la universidad pública, y es la noción de "modelo de negocio", no solo para estos MOOCs sino para las universidades en general. 

En este sentido, Sancho recalcó que no eran lo mismo las plataformas de MOOCs con ánimo de lucro que las que no lo buscaban, y señaló la importancia del big data basado en learning analytics (sí, palabros que habría que traducir como "grandes datos" y "analítica del aprendizaje") como enseñanzas derivas de esas aulas descomunales.

A continuación, Mercé Gisbert, profesora de la Universitat Rovira i Virgili centrada en tecnologías y educación, recalcó que el modelo OpenCourseWare es información (pero no conocimiento), que no se pudo o no se supo emularlo a través de Universia (esto es, compartiendo información entre universidades), y no obstante señaló muy positivamente iniciativas de aprendizaje flexible (flexible learning) centradas en enseñanzas muy modulares (de manera que, pongamos, no hace falta matricularse en un máster para aprender tal o cual cuestión).

Gisbert aportó una opinión particularmente interesante para mí, y es que según la profesora los esfuerzos por adaptarse al Espacio Europeo de Educación Superior impidieron en España la actualización generalizada del e-learning en las universidades presenciales. Me pregunto si todos esos compañeros profesores que están ahogados con las horas de tutoría presencial estarían de acuerdo con la sugerencia de Gisbert.

La profesora de la Rovira i Virgili destacó asimismo las dificultades de la universidad para incorporar el aprendizaje informal (y citó un término que encabeza un libro de Cristóbal Cobo y John W. Moravec y que ha corrido mucho entre las redes y los profesores), y ahondó en ese sentido en las aulas sin programa y en las formas contemporáneas de autoaprendizaje.

Gisbert señaló que, además de la gestión del tiempo por parte del estudiante, este tipo de enseñanza menos regulada plantea el desafío del proceso de evaluación, a menudo realizado todavía con materiales de corte "clásico" (archivos en pdfs, vídeos en algunos casos, etc). Según la profesora, se trata de un tipo de enseñanza donde la plataforma no es tan importante como la revisión de la calidad docente.

Por último, Mercé Cabo, vicegerente del área de Servicios, Tecnología y Recursos de Información de la Universitat Pompeu Fabra, habló de la necesidad de crear servicios de apoyo a la creación de materiales didácticos multimedia que involucren a técnicos audiovisuales, pedagogos y bibliotecarios, y destacó que, más allá de los planes docentes, los MOOCs podrían tener un valor social muy importante como parte del "retorno de inversión" que los ciudadanos realizan en la educación superior.

En el turno de preguntas, las voces críticas se concentraron básicamente los siguientes aspectos:

- Las dificultades para movilizar a equipos de profesionales variados para generar MOOCs en un contexto de recortes y precariedad presupuestaria en las universidades.

- La obligación de ligarse a una plataforma de MOOC preexistente y las "clases sociales" que eso podría generar (por ejemplo, la UAB ha firmado el acuerdo con Coursera. O dicho en otras palabras: Coursera ha elegido solamente a la UAB para canalizar ese tipo de cursos).

- Las ponentes señalaron que, como las plataformas de MOOCs tienden a ser empresas privadas con sede estadounidense, se carece de datos de las plataformas que organizan los cursos, y que hay una línea de negocio (sí, negocio, otra vez) respecto a esos datos.

Las intervenciones finales concluyeron con la mención del portal paneuropeo de  MOOCs OpenUpEd, la oferta para secundaria de miniOPS y la información de que las universidades españolas han enviado 138 propuestas de MOOCs a la AGAUR, de las que se seleccionarán 15 o 20.

Por mi parte, comentar que nada debería sorprenderme, pero lo de "modelo de negocio" augura un panorama duro y competitivo que no me atrevo a esbozar en estado sobrio; que efectivamente la gente (que aún lo tiene) va asfixiada de trabajo en las universidades, con lo que ponerse a plantear MOOCs parece un esfuerzo supremo y exige un voluntarismo tremendo; que trabajar en equipo está muy bien pero no sé hasta qué punto este sistema no fomenta más bien una cuestión bricolajera que ya sugieren los cursos de "hazte tu streaming desde casa" que empiezan a proliferar, y que por supuesto quién puede decir que no, de entrada, a compartir grandes cantidades de información y conocimiento a nivel universitario, pero, ¿cómo hacerlo bien?

Mi experiencia con los MOOCs ha sido breve y no muy exitosa. Me apunté a la primera edición del curso Introduction to Infographics and Data Visualization impartido por Albert Cairo para el Knight Center for Journalism in the Americas y lo abandoné después de superar la primera prueba teórica.

El abandono no tuvo nada que ver con el profesor (entusiasta, participativo y volcado en ofrecer enormes cantidades de contenidos), sino con el hecho de que me pareció que no dispondría de tiempo para dedicarme a estudiar y aprender los contenidos del curso. Como no había pagado por él, no me supo realmente mal abandonarlo. He ido apurada en otros casos, pero al haber pagado previamente y dado mi carácter centrado en acabar las cosas que empiezo, diría que en cursos previos he entregado los trabajos requeridos. 

Otra cosa que no me gustó mucho, y es muy personal, entiendo, es que había muchos estudiantes que eran diseñadores profesionales y querían compartir su portafolio con el profesor. Eso era interesante porque aceleraba el curso para quienes ya sabían por ejemplo InDesign, pero a mí me resultó poco práctico. Lo mismo ocurría con el hecho de conectarse a un foro el tercer o cuarto día, y no el primero. El volumen de mensajes era tan elevado que no había oportunidad de aportar nada interesante y nuevo.

El MOOC es un sistema de enseñanza y aprendizaje que no me importaría probar desde el otro lado del espejo (esto es, como docente), pero también comprendo que será muy distinto para clases muy teóricas donde no hay ejercicios frecuentes y que te graben en vídeo hablando se parece más a dar una conferencia. 

No obstante, hay que tener cuidado con el abandono. Puede que cada vez más personas se interesen por aprendizajes muy modulares y puntuales donde participen cuanto y como les vaya bien, sin necesidad de certificados ni exámenes, pero para gente muy joven, o gente que necesita (mucho) apoyo, se corre el riesgo de vender una apisonadora donde masificación y democratización no tienen por qué ser términos sinónimos.

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