Aunque he trabajado explícitamente aspectos del periodismo en la docencia (por ejemplo en el curso sobre Innovación y periodismoque impartí en el IDEC) y en la divulgación (por ejemplo en la conferencia El mirall de dues cares: reptes de la intersecció entre cultura i mitjans de comunicació, impartida en el Colegio de Periodistas), lo cierto es que en este blog no he dedicado mucho espacio al periodismo propiamente dicho.
Sabéis que me interesan la comunicación y la cultura digital de tal forma que el análisis sobre fenómenos más o menos artísticos tiende a resultar prioritario en mis publicaciones. Sin embargo, hay fenómenos periodísticos que se imponen para analizarlos. Ahora explico el último de ellos.
El pasado miércoles 28 de enero, los principales diarios españoles (El País, La Vanguardia, El Periódico, El Mundo, La Razón y ABC) compartieron la misma portada publicitaria, a página completa, en su edición de quiosco: un anuncio del Banco Santander para la campaña Generación Encontrada, donde se ve a unos chicos saltando mientras una chica les hace fotos junto a lo que parece un lago. Generación Encontrada ofrece 5.000 becas de prácticas profesionales en pymes, y acompañó su lanzamiento en papel con el hashtag #GeneracionEncontrada, y la web correspondiente.
Estupefacción y horror fueron los sentimientos que experimenté al ver tales portadas idénticas. Hace unos cuantos años que las versiones en línea de los periódicos están trufadas de publicidad invasiva. Lo que hace más de una década podía resultar un ejemplo de creatividad y una forma original de llamar la atención (me refiero a las splash pages que protagonizaron los primeros años del portal neoyorquino de arte tecnológico Rhizome), al adherirse a las páginas de inicio de los cibermedios informativos suele plantearse como un escollo inicial para acceder a la información: que lo primero en que te fijes cuando tecleas la URL de un periódico en línea sea la opción de "cerrar ventana" o "saltar página" y no en las noticias destacadas, o en el menú contextual, ya me parece preocupante.
Pero en las versiones en línea, esa publicidad, digamos, "se quita". Estamos tan acostumbrados a hacer clic en "cerrar ventana" o "saltar página", que tratar de obviar una publicidad invasiva para acceder a una información es cuestión de escasos segundos, los mismos que puedes tardar en reescribir tu usuario y contraseña en una página donde se han borrado, o en encontrar un correo que te mandaron hace cuarenta días escribiendo el nombre de quien te lo mandó en la caja de búsqueda: en todos los casos, no es particularmente grave.
Pero acercarse a un quiosco, o a un bar -donde más gente consume la prensa en papel, asociándola a momentos de tranquilidad y reflexión respecto a la velocidad y voracidad informativa que promueven el móvil o la tableta-, y encontrarse con seis portadas de periódicos distintos con el anuncio de un banco, en el que, si solo ves la parte superior de la imagen, parece que los jóvenes estén saltando al vacío, me retrotrae a este salto definitivo:
Cuando alguien dice "Se trata de empresas privadas, y por lo tanto, y a diferencia de las públicas, hacen lo que quieren" se me ponen los pelos como escarpias. Recuerdo cuando en la universidad me decían esto mismo, a propósito de los entonces nuevos canales de televisión Tele5 y Antena 3. "Son empresas privadas, por lo tanto hacen lo que quieren" se convertía en un "todo vale" para actuaciones no necesariamente ilegales, pero éticamente cuestionables en el tratamiento de los sujetos que aparecían ante la pantalla. España posee un historial terrible de intervencionismo político en los medios públicos, pero curiosamente, ese "hacen lo que quieren" del espectro privado no parece haberse traducido en la variedad temática, ideológica (y moral) que cabría esperar de una democracia representativa.
Cuando alguien dice "Sin la publicidad, los medios no pueden existir" me pregunto soliviantada por qué es tan difícil marcar la diferencia entre "compromiso" y "claudicación", qué sentido tiene especializarse en Derecho si tantas cosas quedan fuera de su ámbito de acción. La relación entre medios de comunicación y publicidad podría parecer, en principio, un tipo de pacto, una simbiosis. No veo tal relación si un banco copa las portadas de seis medios nacionales de primer orden, eliminando todas las noticias destacadas, todas las informaciones relevantes, que pasan, literal y metafóricamente, a un segundo plano.
Cuando muchos toman el hashtag #GeneracionEncontrada en Twitter y arremeten sin piedad contra esta campaña -que, recordemos, no ofrece puestos trabajo sino prácticas en pymes, en un país donde todos los estudios indican que la mayoría de las prácticas no garantizan el acceso posterior a a puestos remunerados, y donde la mayoría de las pymes en realidad las integra una sola persona, que no ha encontrado otra figura contractual bajo la cual ampararse- me alegro particularmente. ¡Qué menos!
Solo espero que esta campaña de homogeneidad visual, y por ende ideológica, no se cobre las víctimas habituales: todas aquellas personas más o menos desesperadas a las que la tranquilidad personal y socioeconómica, y a partir de ellas la intención de voto, les entra principalmente por los ojos.
(Fuente imagen)