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SÍNDROME POSTDOC: SEGUNDAS REFLEXIONES PROFESIONALES (DE ÍNDOLE GASTRONÓMICA)

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Siempre he gozado de un apetito excelente. De niña me gustaban prácticamente todos los platos y alimentos, desde unas humildes judías con patata hasta el postre más sofisticado, pasando por una devoción carnívora que, según me cuentan, comenzó antes incluso de que me salieran todos los dientes.

Por eso, no es extraño que de adulta también me haya interesado enormemente por la comida, tanto en la faceta doméstica como en la calle. Mi interés ha coincidido con los años del boom gastronómico hispano-catalán, en el que se combinaron el éxito de Ferran Adrià, el abaratamiento relativo de productos hasta hace poco considerados inaccesibles, como el foie por ejemplo, y en definitiva el apogeo de una cultura de alimentación y restaurantes que, en cierto sentido, no es sino una continuación hiperbólica de una sociedad obsesionada por el (buen) comer.

Mi formación primera es en Comunicación, por lo que en 2011 auné este bagaje con la gastronomía en un interesante curso ofrecido por la Universidad Internacional de Andalucía en Baeza, donde se habló mucho de semiótica (publicidad), packaging, marketing y otros -ing que convierten los alimentos en productos.

Animada por este curso en Baeza hice mi primera incursión artística con la (in)conferencia Gastroporno, la comida que te pone, para el evento LiminalGR:



 
Posteriormente participé en una cena-performance de Anamor, sobre la cual la comisaria Pilar Cruz escribió un texto; hice el cursillo de rigor de introducción a la cata de vinos (gentileza de Vila Viniteca); otro de maridar vinos con chocolate en el Museu de la Xocolata, y frecuento todo aquel evento o actividad donde aparezcan comida y bebida, no solo por el amor a lo gratis, sino por el deseo de experimentar y probar con el paladar. 

Por otra parte, he trabajado el archivo gastronómico en diversos tableros de Pinterest: en uno dedicado exclusivamente a lo infográfico; en otros que dan cuenta de recetas interesantes, de platos muy sencillos que yo misma he preparado; de "chocolate elegante", e incluso de un proyecto (fallido) para la Delfina Foundation, donde intentaba vincular visualización de colores y alimentos a través de los productos Cadbury.

La última actividad gastronómica en la que he participado ha sido un curso intensivo de cata de vinos organizado por la Universidad de Almería en Laujar (Alpujarra almeriense), donde también hubo maridajes y donde se habló mucho de algo que despertó mi interés adolescente, pero al tener que elegir entre ciencias o letras no tuve ocasión de estudiar: la química de los alimentos.

Mientras tanto, en Barcelona donde vivo se ha puesto más que nunca de moda comer en la calle: se ofrecen diversas opciones de comida rápida (aunque bien preparada) que coinciden con eventos musicales, mercadillos de ropa de segunda mano, etc. También asisto a muchos de estos encuentros.

Mi conclusión provisional que entrecruce mis intereses particulares y la moda gastronómica es que existe un sector en apogeo, muy vinculado tanto al patrimonio como al turismo (no siempre sinónimos), al que muchas personas se están apuntando con la esperanza de sacar algún provecho económico.

Como ocurre con aquellas áreas que mencioné un par de entradas de blog atrás (la comunicación, el arte), creo que podría ser una buena docente y divulgadora de ideas gastronómicas, tanto por mi formación como por mi conocimiento empírico de los productos frescos. 

Poseo un perfil omnívoro que se niega a quedarse solo en moderneces, que cree muchísimo en la cultura mediterránea y en los mercados de alimentos, y que al mismo tiempo entiende que vivimos en un mundo global donde lo tradicional y la novedad dialogan constantemente.
 
No obstante, no me muestro tan optimista ante la posibilidad de crear un blog -otro blog- sobre gastronomía, como algunos amigos me han sugerido. En primer lugar, porque ya me siento algo abrumada por la cantidad de ventanas digitales que tengo abiertas, y temo que mis potenciales empleadores compartan ese sentimiento. 

Si tienes varias profesiones, ¿es factible abrir un blog con intenciones lucrativas para todas y cada una de ellas?

Hace un mes asistí a la presentación de DiarioDesign en los encuentro de diseño W Suite Talks. DiarioDesign se creó hace un lustro y se ha convertido en lo que podríamos denominar el portal de referencia hispanohablante de diseño local, nacional e internacional. 

(Parte) (d)el equipo de DiarioDesign vive completamente del blog, pero no lo hace gracias a un plan simple de Google Adwords: la directora de DiarioDesign es economista de formación, pasa gran cantidad de tiempo negociando con posibles anunciantes, y además tiene acuerdos por ejemplo con el conglomerado Vice para ayudarle a buscar publicidad. Según ella misma reflexionaba, ¿cuántos blogueros disponen de tiempo, energía y capacidad para realizar los esfuerzos de búsqueda financiación que DiarioDesign realiza?

Por otra parte, se me ocurren algunos temas delicados respecto a la difusión de contenidos gastronómicos, de manera comparable a lo que ocurre con los artísticos:

- Mucha gente está haciendo lo mismo: elaborar notas de prensa de lo que va a suceder, pensando en el SEO para que sus artículos den rendimiento. La previsibilidad es enemiga de mis intenciones.

- Muchas actividades, la verdad, no se sabe si son interesantes o no hasta que se asiste a ellas. Una cosa es comentar en Facebok que a un encuentro gastronómico "ha venido mucha gente". Otra es esa rueda infernal de repetición donde se escriben artículos del tipo "éxito de tal" porque ha venido mucha gente, y porque la gente ha peleado por los canapés. La previsibilidad es ruido.

- ¿Realmente queremos hablar más de ciertas cosas, para ciertos destinatarios? Comentar mis actividades culturales en redes sociales contribuye, creo, a alimentar esa idea tan odiosa como necesaria de "mi marca personal". Pero, ¿querría compartir esas actividades, en inglés por ejemplo, con el montón de turistas que ya satura Barcelona? ¿O con la comunidad hipster que tiende a homogeneizar todo aquello que toca? La previsibilidad deviene un uniforme.

¿Cómo hacer otras cosas, y hacerlas de un modo distinto, sin arrollar a una ciudad sensible y sin apelar necesariamente a los dichosos targets: jóvenes de 18 a 35 años perseguidos por los publicistas; treinteañeros con niños y exceso de manías alimentarias; aburguesados de mediana edad para arriba que pueblan las tabernas clónicas falsamente antiguas que rodean la Avenida Diagonal, etc etc etc?

Estas preguntas forman parte de mi reto tan estético como gustativo.

(La imagen de la receta es de una ensalada casera que lleva lentejas, kumato, queso fresco de cabra, remolacha, cilantro, aceite y sal. Todo comprado en el mercado municipal de Sant Antoni menos la remolacha ya hervida y el aliño, comprados en Casa Ametller).

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