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CÁMARAS OMNIPRESENTES, ELOGIO DEL TIEMPO MUERTO

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"Registrar todo", ese parece ser el objetivo final ahora que todos disponemos de varios aparatos para grabar vídeo y fotografías, en casa, en la calle o en lo alto de una montaña. "Ser registrado por todo y todos", ese parece ser otro objetivo relacionado, ahora que las cámaras de seguridad proliferan en los rincones del mundo. Hasta que el mapa devenga el territorio, imagino.

Me he interesado anteriormente por el hecho de que cada vez más vemos con mejores ojos la existencia y la estética derivada de las cámaras de vigilancia: por ejemplo en este artículo sobre la construción de la mirada omnisciente en Google Art Project, que publiqué en TELOS, o en esta entrada de The Trendnet sobre artistas y vigilancia sistemática

Asimismo, desde una óptica distinta -narrativa y psicologista- me dediqué a indagar en la representación personal que ofrece la serie Person of interest, y también he hablado un poco de la llamada palabra del año 2013, el selfie, donde girar la cámara permite fundir vigilancia y autorrepresentación.

Pero siempre quedan muchas por decir, y en esta ocasión querría dedicar a la acumulación de tiempos muertos que se genera en dos "géneros" particulares: la grabación de una conferencia, y la grabacion de la actividad animal en diversos zoos del mundo.

No suelo ver muchas conferencias en línea porque resulta más agotador que asistir en persona, pero alguna vez lo hago, y una vez observé que si te conectas muy temprano, para no perderte, es probable que la cámara ya esté conectada. Se trata de un plano fijo, por ejemplo de una mesa y varias sillas, donde van a sentarse los conferenciantes y, si lo hay, un moderador.

La captura de pantalla que me suscitó el planteamiento de esta entrada de blog. No me intereso en esta ocasión por el fuera de campo, sino por el prolongado tiempo muerto antes de iniciar la charla.

La primera sensación puede ser de inquietud, como la primera vez que vi una conexión de Internet2 en pantalla grande en el CCCB y el ponente tenía la cámara tan cerca que parecía el hombre que adoctrina en pantalla en el anuncio "1984" de Macintosh.

No obstante, también genera expectativa. Otra conexión que me suscitó bastante rápido fue con los comunicados de bandas terroristas. Cámara fija, todo el mundo pendiente. ¿Tienen a alguien secuestrado? ¿Qué van a leer esta vez? ¿Habrá tregua? ¿Habrá paz?

La conferencia no es, necesariamente, el espacio de distopia fabril, ni el nombre que recibe el discurso revelado a la cámara por una organización perseguida por la ley. La conferencia, es, no obstante, un espacio público y performático (de puesta en escena de uno mismo fuera de los discursos cotidianos), que como tal nos aproxima a una ficción, entendida como estructuración muy planeada de lo que se dice y lo que no se dice.

Quiero decir, que la retórica no tiene por qué basarse en falsedades, pero el ejercicio retórico primará la verosimilitud discursiva, dejando de lado los titubeos y las ideas inacabadas, como probablemente ocurriría en el armazón de un buen guión.

El espacio de la conferencia, por fin ocupado. ¿Alivio o continuidad de la narración de ficción?

Si la conferencia construye, pues, un espacio de ficción, la cámara conectada segundos o incluso minutos antes de que lleguen los ponentes nos genera un espacio de tensión dramática, de expectación donde muchas cosas son posibles. 

La suspensión de la incredulidad -el ignorar el navegador desde el que se contempla la charla- se puede dar por iniciada ya cuando se inicia el streaming. Habrá muchas salidas de esa ficción (la pantalla se ennegrece, el ponente queda "congelado", se pierde el sonido, etc), pero el espacio del plano fijo, prudentemente preparado con antelación, ya reúne la condición de posibilidad para generarlo y captar nuestro interés e imaginación. 

Otro lugar donde los tiempos muertos son frecuentes es el de las cada vez más comunes cámaras en zoo. Pensadas, supongo, para atraer visitantes y librarse de esa percepción cada vez más extendida de que los zoos no son "entrañables arcas de Noé" sino lugares anacrónicos basadas en el expolio -no de tesoros materiales de otras civilizaciones, como se ha acusado al British Museum- sino de criaturas vivas de existencia incierta y capacidad intensiva pero breve de generar merchandising, las interfaces de estas cámaras fijas enfocando animales adorables son dignas de estudio.

Por ejemplo las del centro de investigación Chengdu, donde "todos pueden disfrutar de la cámara del panda". Este centro ofrece conexión en alta definición 24 horas a partir de cinco planteamientos ("panda adulto", "panda joven", "cachorro", "madre e hijos", villa nº 1"), con dos cámaras por planteamiento.

En cada pantalla se ofrece información sobre la ubicación que se muestra, sobre la temperatura, "el mejor horario", la posibilidad de compartir y añadir comentarios y una lista de otras cámaras de pandas.


Es comprensible encontrarse con un "tiempo muerto" (los pandas durmiendo) si se enlaza con una cámara de iPanda a las seis de la tarde (Chengdu es la capital de la provincia china de Sichuan, y allí son siete horas más). Pero, ¿y si los pandas duermen de día? ¿Y si se detiene -como se puede hacer- la reproducción de vídeo?

Una interpretación menos cínica de estas cámaras nos anima a pensar en una labor de concienciación y educación generalizada sobre la existencia de curiosas especies animales. A fin de cuentas, si un niño urbano (y muchos campestres) no ha visto jamás de cerca una vaca o una oveja, ¿qué tiene de malo enseñar así sobre pandas, o sobre los famosos nidos de aves que llevan años conectados a Internet?

Lo interesante en este caso es que los tiempos muertos vienen marcados no solamente por la existencia de la noche y el día, sino porque el condicionamiento de los animales que viven en el zoo siempre será relativo: se les puede entrenar, pero no son personas. Pueden notar la cámara o ser conscientes de las miradas de los visitantes y comportarse en consecuencia, pero no son los conferenciantes articulando un discurso ante el público. Aunque cada cual, a su manera, genera su propio circo basado en la combinación de acciones y de esos tiempos muertos que Internet no te ahorra.

Véase asimismo el comentario de Belén Gache sobre la obra de animación con animales Ground zero de John Cabral para considerar este último particular. 

Imagen de Ground zero de John Cabral. Esta obra de arte digital, que dura 24 horas en un bosque donde hay día y noche, animales, cazadores y otros bichos extraños, parece haberse adelantado a las cámaras del zoo.


Fuentes imágenes: Blogs de El norte de Castilla, CCCB, iPanda, Ground zero

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